Monday, February 06, 2006

La historia de Angel y Claudia - “¡Maximizá tus segundos, pibe!”

Amigos y amigas:
Aquí estoy en un Quito muy nublado a punto de tomar una decisión bastante importante en mi vida. Me parece que me voy a vivir a Bolivia por un año o más. Es una decisión dificil porque estoy muy bien acá en Quito y me da un poco de pereza encarar de vuelta un país nuevo donde no conozco a nadie. Sé que voy a conocer gente pero en este momento se me hace un poco abrumadora esa perspectiva. Estoy contento con muchas cosas en Ecuador pero el asunto laboral estaría más sólido en Bolivia. Mi ONG está abriendo una oficina para ejecutar varios proyectos allá y yo empezaría a cobrar con una asiduidad más constante y por un período relativamente largo. Además, el laburo que haría suena muy interesante. Implicaría mucho viaje dentro de Bolivia pero sería una experiencia riquísima. A su vez, ser testigo presencial del gobierno del Evo puede ser interesante.
Bueno gente, cambiando de tema, esta historia que van a leer es MUY fuerte. Tiene imágenes bastante intensas y está estrechamente relacionada el tema de la muerte asi que, como dicen en la tele, “VIEWER DISCRETION IS ADVISED” y, una vez más, no traten de entender de dónde viene ni por qué la escrbí. Ni yo lo sé. Los demonios de Vargas Llosa son puro “floro”, como dicen sus compatriotas incaicos.
Les mando besos y abrazos según corresponda.
Keepin’ it real.
Pancho

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“La explosión se transformó en un zumbido eterno de espumas blancas que dio lugar al mundo de infinitas dimensiones.” – el loco Pedro aquella noche en que se acabó aire

Tarde de domingo gris. Sus ojos azules reflejan una melancolía de la que no vale la pena hablar. Ya falta poco. Acaban de hacer el amor y ella observa un cuervo rondando en el valle a lo lejos. El bandoneón de la Milonga del Angel de Piazzola trae una distante pero ineludible niebla. Abrazados y protegidos por ventanales y frasadas, esperan ese final asegurado. Ella le hace un pase de magia acariciándole lentamente el corazón. El, con los ojos cerrados, totalmente relajado, llega al paraíso de antemano en un momento a recordar por el tiempo que quede.

Habían decidido el certero final hacía recién cinco días. Todo había cambiado. Ciertos asuntos fueron dejados de lado debido al nuevo marco temporal que estaban manejando. “Máximo una semana, diez días” - habían dicho, reviviendo el terrible momento en que escucharon esas palabras por primera vez.

Se sentían obligados a sacarle el jugo a cada instante que pasaban juntos. Pasaron un día entero haciendo el amor. Luego, decidieron salir a pasear, visitar los parques nacionales, emborracharse a horas insólitas. Fueron a ver una obra de Ionesco y sientieron aquel final absurdo más que nadie. Pero no alcanzaron a aplaudir. Fueron los útimos en salir de la sala abrazados hacia la lluvia y el viento que los esperaba afuera.

Se amaban. A veces, se preguntaban si exisitiría en el mundo, o en la historia de la especie animal, una pareja que se haya amado más que ellos. Sabían que sus abrazos emanaban áureas doradas a travéz del espacio infinito y que, en algún momento, ellos las verían propagarse en esos cielos atemporales con sus ojos de ultratumba. Cada vez se hablaban menos y se amaban más. Durante un día entero no se dijeron una sola palabra pero estuvieron en contacto físico casi constante.

No les gustaba discutir los detalles de cómo se llevaría a cabo ese final. Los habían discutido una vez y eso bastaba. Estaban totalmente de acuerdo y punto. “¡A vivir!” – habían dicho.

Pero todo había cambiado. Vivían con una niebla existencial que les impedía ver las cosas como antes. El mate tenía un sabor distinto. El esmero que dedicaban al cocinar era distinto. Muy de vez en cuando, cuando el cielo abría, al ver aquel celeste que ya no era celeste, se conmovían. Una tarde, ella lloró al ver un rayo de sol reflejarse en un lago lejano. Su forma de percibir la vida había cambiado, estaba alterada. Se lavaban los dientes mirándose los cuerpos en el espejo sin poder quitarse el sabor amargo del presentimiento del más allá.

Pintaron juntos un par de veces. Se sorprendieron de la cantidad de rojo y negro que habían usado. Les gustaron los cuadros aunque sabían que esos rayones negros y manchas rojas Pollockescas resultaban escalofriantes y más aún lo serían cuando el destino alejara por siempre a los cuadros de sus creadores.

Ella lograba dormir. El no. A ella, esto le provocaba un sentimiento de culpa angustiante pero no encontraba fibra en su fuerza de voluntad que le permitiera hacer algo al respecto. Se quedaba dormida. El no la despertaba aunque, en momentos sordos de aquellas horas de insomnio, esto le causaba iras de manicomio. Sin embargo, al mirarla dormir su convicción sobre la decisión que habían tomado se las solía calmar y, cuando ella despertaba, le desaparacían de la mente completamente.

Desayunaron lentamente. La niebla interna permanecía en sus mentes. Degustaron el cereal con leche y miel y se besaron entre sorbos de café. El aroma del café les acariciaba el alma evidenciando la belleza de la vida y también sugiriendo subliminalmente el pánico que les causaba la incertidumbre respecto de lo que vendría. Por primera vez, la vió demacrada.

“-¿Cómo te sentís?”

Ella lo besó para callarlo y no contestarle.

“-Mirá que me tenés que avisar…esto depende de vos, mi amor”.
“- Sí, ya sé, no te preocupes, estoy bien.” – dijo mirándolo a los ojos un instante y se llevó a la boca el cereal que masticó delatando que esta simple acción le estaba requiriendo más esfuerzo que nunca.

Como siempre, despues de desayunar, comenzaron a hacer el amor. Para él éste era el mejor aspecto de su rutina diaria. Era infaltable y más ahora que ambos habían dejado de trabajar. Pero esta vez, ella no pudo. El movimiento, le provocaba demasiado dolor.
“Me muero de ganas pero me duele demasiado, mi vida.” – le dijo besándole la frente y cerrando los ojos con toda su fuerza buscando encontrar otra realidad al abrirlos.

No fue así. Ambos sabían que había llegado el momento. El le tomó la cara y se sumergió en los ojos azules en búsqueda de un destello de esperanza. No lo encontró. Era hora de actuar.
.
Fue a la armería Hunter. Se separan por primera vez en días. Ella se quedó en la casa. Pensó en salir corriendo en un último intento por cambiar el destino que involuntariamente le había impuesto a su amado. El en ningún momento se cuestionó lo que estaba por hacer. El sol iluminaba directamente. Era el primer momento soleado en días. Recorrió las calles sintiendo cada sombra que atravesaba. Las había atravesado toda su vida. Esta sería la última vez.

Abrió la puerta de la tienda y sonó un bip que anunciaba su llegada. Un gordo de barba detrás del mostrador ojeaba una revista de armas.

“- Buenas, ¿vende Berettas?
- Claro
- ¿Tiene la 7.65?
- Claro…un segundo.” – se alejó unos metros y regresó con el frío del metal que sorprendió a Angel con un temprano destello de realidad. Apretó el gatillo. Se le hizo un fuerte nudo en la garganta. Casi no podía hablar.
“- Smith and Wesson…revólver…calibre 38...¿tiene?
- Dejame ver.

El gordo regresó pronto con la negra herramienta del destino. Giró el tambor, lo cerró y se lo entregó. En seguida fue a buscar balas para ambas armas.

- “¿Cuánto es? ¿Aceptan tarjeta?
- Claro.

De regreso a casa, se sorprendió de estar pensando, en un momento tan extremo de su vida, en el origen etimológico de la palabra gatillo y su relación con el animal felino . “Así es el bocho, que le vamos a hacer” pensó. Estacionó el auto en frente a la casa. Las bolsas eran pesadísimas. Al entrar, la vió sentada mirando por la ventana. El sol había sido cubierto para siempre. La neblina había regresado para quedarse con una garúa que pronto se perpetuaría eternamente. Ella le sonrió cerrando los ojos por un instante en que él se sintió muy solo. Recordó que ellos habían ideado una manera de no separarse nunca. Ella parecía estar peor.

“-Me cuesta respirar.” El la besó.

Se quitaron la ropa. Ella se sentó en la cama mientras él cargaba las armas y escribía una breve nota. La Beretta para ella y el .38 para él. El se sentó enfrente a tomar su aliento por útima vez. Sus genitales cálidos se tocaban. Se besaron pensando en el metálico peso que invadía su cama. Se abrazaron. Lloraron. Se miraron a los ojos. Tomaron las armas. Beretta para ella y .38 para él. Succionando sus bocas con todas sus fuerzas y abrazados con el brazo desarmado, en un último beso, la Beretta mató a Angel y el .38 a Claudia. Quedaron acostados unidos por un abrazo ya tieso.

La explosión se transformó en un zumbido eterno de espumas blancas que dio lugar al mundo de infinitas dimensiones.

La nota que dejaron decía:

Queridos amigos,

Hace cinco días a Claudia le diagnosticaron un avanzado estado de cáncer de seno. Ya se le mestastasió a varios órganos vitales y le pronosticaron un máximo de 10 días de vida. Yo sé que no podría vivir sin ella. Decidimos morir juntos apenas su enfermedad nos impidiera amarnos en este mundo. Estamos seguros de que entenderán. Los queremos mucho a todos. Por favor, entiérrennos en el mismo ataúd.
Nos vemos allá.

Angel y Claudia

5 Comments:

Anonymous Anonymous said...

MUY buena.

6:13 PM  
Blogger Borja Barrutieta said...

Oye,me gusto mucho.
QUe bien que te vas a Bolivia... yo quiero ir a visitarte, a ver si tengo plata.
En pocas semanas me dicen a ver si me voy a New York.

Cuidate hermano

1:46 AM  
Anonymous Anonymous said...

Que lindo tu cuento Francisco, el amor a ese extremo vale la pena, no?...La verdad, me quedé congelada cuando lo terminé de leer. Eres increible. Un beso inmenso. Estoy muy feliz que la vida haya cruzado nuestros caminos.

Rosario

3:19 PM  
Anonymous Anonymous said...

...tan lindo como tu persona...gracias por enriquecer nuestros momentos...

Paloma.

9:39 AM  
Blogger Pancho said...

This comment has been removed by the author.

11:58 AM  

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