Nenas vs. Nenes

Otra experiencia totalmente surrealista la tuve el martes pasado, día del cumpleaños de mi amiga Nadia. Estuve trabajando en un seminario en el Hotel Quito todo el día y luego encontré, a Nadia y a un grupo de amigos, en un restaurant. Estaban todos ya bastante entonados. Se habían tomado copiosas cantidades de vino. Me dijeron que nos íbamos a UMMO, una discoteca. Nunca había ido ni oído hablar de ese lugar. Yo y dos amigos decidimos irnos caminando. Serían unas 25 cuadras, varias de ellas en subida. Era de noche, estaba fresco. Tuvimos unas buenas charlas y llegamos al lugar. Por afuera era un edificio bastante concheto. La entrada era un pasillo todo blanco con unos tubolux escondidos pero brillantísimos y unos espejos interesantes. Entramos y nos dicen que son 10 dolares por cabeza. Nos miramos, pagamos y nos entregan una tarjeta magnética azul para los tres. Al dirigirnos a la puerta para entrar, nos dicen “no, por aquí”. Nos llevan afuera y nos meten por una puertita del costado que fue a dar a una salita que parecía de una casa particular. Habían una barra, 8 tipos y un par que atendían. El lugar no estaba para nada puesto como un boliche. A penas me metieron ahí yo empecé a preguntar que qué pasaba? Que por qué no nos habían dejado entrar por la otra puerta. De pronto encuentro un pasillo cortado por una pared de papel. Cuando empecé a meterme por debajo vienieron dos tipos de seguridad y me explicaron algo de un show. No entendí. Salí y volví al pasillo blanco y modernoso y dije que quería entrar por ahí. Los tipos titubearon y como que no me explicaron bien por qué no podía pasar. Entonces Salió Lamine y les dice
“-Están conmigo déjalos pasar” -como dando una sonrisa de mafioso.
Entro al boliche, estaba bueno y no había mucha gente. Llego a la barra me pido un whisky en las rocas y el tipo me pide la tarjeta azul.
“-No, la tarjeta la tiene un amigo que esta hablando por teléfono. Andá sirviéndolo. Ahora te doy la tarjeta”. El tipo se rehusó a servirmelo sin ver la tarjeta. Me enojé. Encima de que ya estaba medio ofuscado por que no me habían dejado entrar de una a este lugar, el tipo que atendía en la barra era incapaz de irme sirviendo un trago antes de que llegara la tarjeta. El cerebro del tipo era como parte del programa de la computadora de pantalla plana que tenía detrás. El lugar no era muy grande y no estaba lleno. No había chance alguna de que yo saliera corriendo con el Whisky sin pagar. Ante todo porque habían tres mastodontes de 4 metros en la puerta.
Tuve que esperar. Empecé a chequear el lugar e inmediatamente me percaté de que eran todas mujeres menos yo y mis amigos. ¡Todas mujeres! Además eran niñas bien, quiteñas, bien arregladitas. Estaban ahí sentaditas, tranquilas tomándose unos traguitos. Miro al Lamine y me mira sonriente. Con la misma sonrisa que en la entrada. Veo que disfruta de mi desconcierto.

“-¿Qué es esto? ¿Ya llegamos al paraíso?”

Me explicó una de las ideas más originales que he escuchado. Me dijo que UMMO era una discoteca normal pero que los miércoles era Nenes vs. Nenas. Esto quería decir que hasta las doce de la noche la discoteca estaba dividida. Por un lado estaban los hombres y por otro las mujeres. A las once y media empezaría un show de hombres bailando para las Nenas, estilo strip tease pero sin quitarse la ropa, y del otro lados bailarían unas colombianas que terminaron bailando 3 minutos y se fueron. En todo caso, del lado de las mujeres el show era mas largo y las minas recibían trago gratis hasta las 12.


A las 12 se abrían las puertas y salían los machos a la zona que ocupaban las mujeres como salen los toros en Pamplona.

“-Entonces, cómo hicimos para entrar al lado de la mujeres?”

No había un solo tipo más que mis amigos y el gil del barman. Resultó que el Lamine era amigo del dueño, quien es dueño también de una agencia de modelos, lo cual explicaba el nivel de minas que había en el lugar.

Estuvimos ahí un rato durante el cual no salí de mi estupefacción. Me tomé dos whiskys y vino un mastodonte a decirnos que iba a empezar el show de las mujeres y que teníamos que pasar al otro lado.

Entré al otro lado. Ya había llegado más gente. Todos machos, obviamente. Nos tomamos otras y a las doce se abrieron las puertas. Fue interesante. Al rato, UMMO se convirtió en una discoteca normal.

Conocí al dueño del local y le expresé mi admiración por la excelente idea que había tenido y por el momento que me hizo vivir al entrar a una discoteca donde eran todas mujeres menos mis amigos.

Una buena idea a ser replicada.