Monday, October 17, 2005

El bajón

Compañeros, ayer tuve un día medio bajoneado pero muy creativo. Hice dos dibujos de pasteles, a los que les sacaré unas fotos y las pondré en el blog, y escribí la siguiente historia: José - Suicidio en el Sur.
"Acordes de bandeoneón atraviesan su medula de neón, eléctrica y acústica, trayendo vientos del sur, tonos marinos y sombras portuarias. Negros y marineros entre baldosas rotas y pozos de agua rectangulares llevan sin saber las tonadas de esa región. Palmeras dobladas por el viento y bondis ciegos atravesando la sudestada. El café y el humo cobijan al alma sureña mientras sus gaviotas bajan a tierra mojadas de melancolía montevideana. Aguas marrones, espuma vainilla y el granito ramblero salpican en memorias distantes. Cuerpos con cabezas de paraguas van inclinados hacia un mate caliente y el pique del piano metálico y escurridizo arrastra tardes inhóspitas y rutinarias. El violín, eje transversal puro, con su cielo gris, oscurece mentes vulnerables mientras la trágica Playa Ramírez graba al perfil capitalino en memorias de doloroso granito que añoran pasados agridulces. Bustos de próceres mojados reflejan el brillo letrado que opacó instintos charrúas.
Comienza a abrir el cielo y las calles se transforman en espejos falaces. La metamorfosis urbana define siluetas inimaginables. Estampados escoceses y barbas negras invaden ciudad. Tajos blancos y grises ahora mutilan un cielo amarillo y planean soberbios una brisa que acaricia el ceño fruncido del observador pesimista.
En algún momento, José apretó las muelas y el gatillo al mismo tiempo. Los minutos previos abarcaron horas de memorias amargas ya demasiado arraigadas a una existencia condenada. La luz al final del túnel se vio el instante antes del estallido. La paz y libertad que presagiaba el accionar del dedo aplacó el sufrimiento de años. Alcanzó a oler la pólvora y murió en una tranquilidad inocente y casi infantil.
Desde aquella otra tarde de invierno en que dejó de conocerse, nunca estuvo en paz con sus pensamientos y decisiones y se volvió incapaz de controlar sus momentos. No podía tomar decisiones de las que se sintiera satisfecho. Vivía en el arrepentimiento y el cuestionamiento. Sentía que se dejaba llevar demasiado por lo que le dictaba su conciencia en el momento y que no pensaba suficiente en las repercusiones.
Lo azotaba una pesadilla recurrente en la que sentía un cono incrustado en su sien que le impedía pensar como el resto de los mortales. No alcanzaba a verlo. La gente tampoco. Pensaba que era el pico de un tucán endemoniado que le inyectaba babas corrosivas en el cerebro. Esa pesadilla fue invadiendo su conciencia despierta. Casi veía el ojo aterrador del tucán incrustado. De a poco empezó a escuchar el aletear del bicho que lo torturaba. Luego de un tiempo el aleteo se volvió constante. A veces no alcanzaba a oír lo que le decía la gente. El bicho lo fue alejando de la sociedad. Intentaba quitárselo pero sus manos le mentían indicando que el ave maldito no existía.
Superado, se acostaba en su cama a mirar la mancha de humedad en su techo. Llegó a verla crecer e ir apoderándose de su techo, y luego sus paredes. Le intrigaba lo que sucedería el día en que la mancha se apoderara de toda su habitación. A veces soñaba con que una vez que se formara la burbuja de musgo alrededor de él, se le crearía un universo personal sin tucanes ni aleteos que jamás querría dejar. En el momento en que lo rodeó la inexorable caja de humedad y comenzó a sentir un frío óseo. El aleteo se intensificó en un zumbido que casi lo cegó. Intentó abrir la puerta. No pudo. A ciegas abrió el cajón, juntó coraje y apretó muelas y gatillo. Una gaviota levanta vuelo de una piedra que jamás volverá a visitar. "

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