Friday, March 17, 2006

¡Ahí voy Madidi!





Amig@s
Aquí van un par de fotos de la zona donde voy a vivir en Bolívia...mucha selva!

Monday, March 13, 2006

¡Adiós, amigo!

Vendí al vinotinto! Así que tengo en mi depto un fajo de billetes que, a pesar de su espectacular grosor, no logra llenar el vacío que produce su ausencia, un compañero de viaje, un amigo más.

Quito hardcore: violencia y racismo. La historia de Bamba, un amigo

(historia verídica)

Bamba es Senegalés. Vivió en Francia la mayor parte de su vida. Ha viajado mucho. Vivió en Estados Unidos, conoce casi todos los países de Africa, estuvo en Asia y desde hace ocho meses está viajando por sudamérica. Vivió en Brasil unos meses y desde hace tres que está basado en Montañita y viaja a distintos puntos del Ecuador. Es profesor de capoeira, fue campeon nacional de judo en Senegal y gran parte de sus viajes fueron gracias al judo. Bamba es un tipo de primera clase. Al conocerlo, inspira confianza. Es fresco, sano, buena gente. Yo me hice bastante amigo de él. Yo era de los pocos en Montañita que hablaba francés y además hicimos música y picaditos de futbol varias veces.

Bamba tuvo que viajar a Quito para renovar su visa de turista. Planeaba quedarse una noche en Quito y luego ir a Esmeraldas, provincia negra de la costa, a pasar una semana.

Llegó a Quito de Guayaquil a las 7AM. Había quedado en encontrarse con un amigo francés en la estación. Lo esperaba contra un muro dentro de la estación. Llevaba bastantes cosas. Entre ellas, un tambor de capoeira de un metro y medio de altura y un cd case de 300 discos que se asemeja mucho a un maletín de una computadora portátil.

Se le acercan dos tipos. Uno tira unas llaves al piso al lado de sus cosas y dice “se te cayeron las llaves”. Bamba respondo: “Yo no llevo llaves” y se queda mirándolo. De pronto, el otro tipo pasa corriendo y le roba la caja de cds. Bamba sale atrás de él. Lo alcanza, le hace una llave judoka y recupera su caja de cds. El tipo saca un cuchillo y se le abalanza para apuñalarlo. Bamba utiliza la caja de cds para defenderse del filo que iba directo a su estómago. El tipo queda desorientado y Bamba le estrella el cráneo contra la pared y el tipo cae noqueado. Rápidamente se acerca la policía. Bamba explica la situación. Al inicio, los policías se muestran reáceos a creerle pero otros presentes verifican su historia. De todas formas, llaman al oficial de la policía de immigración en la terminal. Revisan su pasaporte y le preguntan si está en Ecuador para irse a EEUU de ilegal. “Estoy paseando. Vine a Quito a renovar mi visa de turista”. En ese momento llegó su amigo francés, blanquito, y lo dejaron ir.

Salieron en taxi desde la terminal al barrio la Mariscal a buscar un hostal. Ingresaron a tres hostales y estaban todos completos. Luego ser rebotados en el cuarto, comenzaron a sospechar de que tal vez fuera por el color de piel de Bamba. Al siguiente hotel entró el amigo francés solo. Tenían habitaciones disponibles. Pidió para verlas. Vió un par vacías. Entonces el francés les explicó que la habitación era para un amigo. “No hay problema” respondieron. Entró Bamba con su negritud, sus dreadlocks, su gorra rastafari y sus collares. La cara del conserje cambió drásticamente. “No hay habitación para el señor”. Argumentó que estaba por venir un grupo de canadienses. Este tipo de escena se reiteró en todos los hostales de la Mariscal (que son muchos). En algunos, le cobraban el triple que a cualquier otra persona por el simple hecho de ser negro y africano. Al final terminó pagando 15 dólares en taxi sin encontrar un lugar que lo acepte. Un lugar aceptó cuidar sus bártulos hasta que encuentre una habitación.

Me encontré con Bamba despues de salir del trabajo sobre las 7 de la tarde. Estaba muy ofuscado. Me contó su día. No podía creer lo que le estaba pasando en Quito. Me mostró el corte en su caja de cds ocasionado por el puñal fallido de la mañana. Apenas me enteré del asunto de los hostales lo invité a que se quede en mi depto. Yo no lo podía creer. Me entró una ira impresionante. No podía creer que en el siglo XXI, en la zona turística de Quito, donde van todos los hippies europeos y americanos, donde se supone que la gente tiene la mente abierta, no le dieran una habitación a una persona dispuesta a pagar un precio razonable. Increíble. ¿Cuán conservadora e ignorante puede ser una sociedad? Y me permito hablar de “sociedad” por que esto no fue un caso aislado. A Bamba lo rebotaron en TODOS los hostales de La Mariscal.

Nos juntamos con unos amigos y luego vinimos a comer a casa con Carlos, un amigo quiteño que estaba avergonzado de lo que le había sucedido a Bamba. Comimos feijao con costillas de cerdo y arroz y salimos a un bar. A Bamba lo habían invitado a tocar tambores en ese bar. Es uno de los pocos lugares donde van muchos negros ecuatorianos y extranjeros. Llegamos, yo me tomé una cerveza. Bamba no tocó tambor ni tomó nada. El no toma, no fuma. Es uno de los tipos más sanos que conozco. Es un natural mystic rastafari.

Estuvimos en el bar un rato. No había mucha gente. En la tele estaban pasando goles de la Liga de Campeones y de la Libertadores. Había un gringo de unos 18 años que nos miraba constantemente. El tipo tenía barbita adolescente, pelo larguito y onda hippona. Nos miraba mucho, sobretodo a Bamba. Yo me percaté. No sé si Bamba también se dio cuenta. Pasó el rato y el bar no remontó. Estaba bastante vacío. Decidimos irnos. Al salir a la calle, vi que el gringo nos estaba siguiendo. Estaba caminando a pocos centímetros de Bamba. Yo no entendía lo que estaba pasando. El tipo paró a Bamba. “Hola. ¿Cómo estás?” Pensé en que tal vez el gringo era gay y le estaba echando los perros a Bamba. Me causó gracia la situación y quise ver qué pasaba, cómo reaccionaría Bamba. “¿Qué estás haciendo aquí?” pregunta el gringo con su acento inconfundible. En ese momento no entendí nada. Se me cruzó por la mente que tal vez fuera un agente del Secret Service en un Overseas Operation y que Bamba era del Jihad árabe. Bamba le contesta que esta “paseando” y el gringo le contesta “¿Y no tienes nada? Para vender…”. Bamba dijo “no entiendo” se dio medio vuelta y seguimos caminando. El gringo seguía al lado nuestro. Vi que la paciencia de Bamba había llegado a un fin. Este gringo era la gota que colmó el vaso. Le estaba pidiendo drogas a Bamba por que era negro y por su forma de vestir. Bamba, como dije anteriormente, es de las personas más sanas que conozco y este tipo de cosas le ofuscan mucho. Me dijo en francés, “decile que se vaya por que lo mato”. Le dije al gringo y no se iba. Se lo dije en inglés y se fue.

Llegamos a casa. Charlé con Bamba hasta tarde. Estaba muy decepcionado. Triste. Juró no volver nunca más a Quito. Hablamos sobre el racismo, lo que es ser negro, la ignorancia en latinoamerica, etc...

Me dejó muy triste que le haya pasado eso a alguien tan recto, tan buena persona. A su vez, estoy contento de haber podido ayudarlo a que su estadía en Quito no fuera una catástrofe total. Lo alimenté bien. Le presté mi ducha. Lo alcanzé a la oficina de migraciones y se fue a Esmeraldas sano y salvo. En este momento, estoy seguro de que Bamba la está pasando muy bien. Está en una ciudad negra. Está viviendo con unos conocidos. A pesar de ello, dudo que se pueda quitar el sabor amarguísimo que le dejaron sus 28 horas en Quito.

Friday, March 03, 2006

Despedida del mar




Se están evaporando mis últimas horas en Ecuador. En un par de semanas (aún no tengo fecha definida) me voy a vivir a Bolivia. Esta es una movida que me tomó por sorpresa y que, al principio, no me entusiasmó mucho ya que me siento muy bien en Ecuador y una movida a un nuevo país donde no conozco a nadie supone una inversión emocioanl no menor y para la cual, hace un mes, no estaba mentalizado. A pesar de todo, en este momento, estoy convencido de que es una buena decisión y que va a ser una experiencia valiosísima.

Acabo de pasar dos semanas en la costa del Ecuador. El glorioso Vinotinto se comportó impecablemente, como era de esperarse, y me hice toda la costa de norte a sur y de sur a norte. Me compré una table de surf y disfruté del mar tal como mi naturaleza pisciana y costeña lo indica.

Monday, February 06, 2006

La historia de Angel y Claudia - “¡Maximizá tus segundos, pibe!”

Amigos y amigas:
Aquí estoy en un Quito muy nublado a punto de tomar una decisión bastante importante en mi vida. Me parece que me voy a vivir a Bolivia por un año o más. Es una decisión dificil porque estoy muy bien acá en Quito y me da un poco de pereza encarar de vuelta un país nuevo donde no conozco a nadie. Sé que voy a conocer gente pero en este momento se me hace un poco abrumadora esa perspectiva. Estoy contento con muchas cosas en Ecuador pero el asunto laboral estaría más sólido en Bolivia. Mi ONG está abriendo una oficina para ejecutar varios proyectos allá y yo empezaría a cobrar con una asiduidad más constante y por un período relativamente largo. Además, el laburo que haría suena muy interesante. Implicaría mucho viaje dentro de Bolivia pero sería una experiencia riquísima. A su vez, ser testigo presencial del gobierno del Evo puede ser interesante.
Bueno gente, cambiando de tema, esta historia que van a leer es MUY fuerte. Tiene imágenes bastante intensas y está estrechamente relacionada el tema de la muerte asi que, como dicen en la tele, “VIEWER DISCRETION IS ADVISED” y, una vez más, no traten de entender de dónde viene ni por qué la escrbí. Ni yo lo sé. Los demonios de Vargas Llosa son puro “floro”, como dicen sus compatriotas incaicos.
Les mando besos y abrazos según corresponda.
Keepin’ it real.
Pancho

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“La explosión se transformó en un zumbido eterno de espumas blancas que dio lugar al mundo de infinitas dimensiones.” – el loco Pedro aquella noche en que se acabó aire

Tarde de domingo gris. Sus ojos azules reflejan una melancolía de la que no vale la pena hablar. Ya falta poco. Acaban de hacer el amor y ella observa un cuervo rondando en el valle a lo lejos. El bandoneón de la Milonga del Angel de Piazzola trae una distante pero ineludible niebla. Abrazados y protegidos por ventanales y frasadas, esperan ese final asegurado. Ella le hace un pase de magia acariciándole lentamente el corazón. El, con los ojos cerrados, totalmente relajado, llega al paraíso de antemano en un momento a recordar por el tiempo que quede.

Habían decidido el certero final hacía recién cinco días. Todo había cambiado. Ciertos asuntos fueron dejados de lado debido al nuevo marco temporal que estaban manejando. “Máximo una semana, diez días” - habían dicho, reviviendo el terrible momento en que escucharon esas palabras por primera vez.

Se sentían obligados a sacarle el jugo a cada instante que pasaban juntos. Pasaron un día entero haciendo el amor. Luego, decidieron salir a pasear, visitar los parques nacionales, emborracharse a horas insólitas. Fueron a ver una obra de Ionesco y sientieron aquel final absurdo más que nadie. Pero no alcanzaron a aplaudir. Fueron los útimos en salir de la sala abrazados hacia la lluvia y el viento que los esperaba afuera.

Se amaban. A veces, se preguntaban si exisitiría en el mundo, o en la historia de la especie animal, una pareja que se haya amado más que ellos. Sabían que sus abrazos emanaban áureas doradas a travéz del espacio infinito y que, en algún momento, ellos las verían propagarse en esos cielos atemporales con sus ojos de ultratumba. Cada vez se hablaban menos y se amaban más. Durante un día entero no se dijeron una sola palabra pero estuvieron en contacto físico casi constante.

No les gustaba discutir los detalles de cómo se llevaría a cabo ese final. Los habían discutido una vez y eso bastaba. Estaban totalmente de acuerdo y punto. “¡A vivir!” – habían dicho.

Pero todo había cambiado. Vivían con una niebla existencial que les impedía ver las cosas como antes. El mate tenía un sabor distinto. El esmero que dedicaban al cocinar era distinto. Muy de vez en cuando, cuando el cielo abría, al ver aquel celeste que ya no era celeste, se conmovían. Una tarde, ella lloró al ver un rayo de sol reflejarse en un lago lejano. Su forma de percibir la vida había cambiado, estaba alterada. Se lavaban los dientes mirándose los cuerpos en el espejo sin poder quitarse el sabor amargo del presentimiento del más allá.

Pintaron juntos un par de veces. Se sorprendieron de la cantidad de rojo y negro que habían usado. Les gustaron los cuadros aunque sabían que esos rayones negros y manchas rojas Pollockescas resultaban escalofriantes y más aún lo serían cuando el destino alejara por siempre a los cuadros de sus creadores.

Ella lograba dormir. El no. A ella, esto le provocaba un sentimiento de culpa angustiante pero no encontraba fibra en su fuerza de voluntad que le permitiera hacer algo al respecto. Se quedaba dormida. El no la despertaba aunque, en momentos sordos de aquellas horas de insomnio, esto le causaba iras de manicomio. Sin embargo, al mirarla dormir su convicción sobre la decisión que habían tomado se las solía calmar y, cuando ella despertaba, le desaparacían de la mente completamente.

Desayunaron lentamente. La niebla interna permanecía en sus mentes. Degustaron el cereal con leche y miel y se besaron entre sorbos de café. El aroma del café les acariciaba el alma evidenciando la belleza de la vida y también sugiriendo subliminalmente el pánico que les causaba la incertidumbre respecto de lo que vendría. Por primera vez, la vió demacrada.

“-¿Cómo te sentís?”

Ella lo besó para callarlo y no contestarle.

“-Mirá que me tenés que avisar…esto depende de vos, mi amor”.
“- Sí, ya sé, no te preocupes, estoy bien.” – dijo mirándolo a los ojos un instante y se llevó a la boca el cereal que masticó delatando que esta simple acción le estaba requiriendo más esfuerzo que nunca.

Como siempre, despues de desayunar, comenzaron a hacer el amor. Para él éste era el mejor aspecto de su rutina diaria. Era infaltable y más ahora que ambos habían dejado de trabajar. Pero esta vez, ella no pudo. El movimiento, le provocaba demasiado dolor.
“Me muero de ganas pero me duele demasiado, mi vida.” – le dijo besándole la frente y cerrando los ojos con toda su fuerza buscando encontrar otra realidad al abrirlos.

No fue así. Ambos sabían que había llegado el momento. El le tomó la cara y se sumergió en los ojos azules en búsqueda de un destello de esperanza. No lo encontró. Era hora de actuar.
.
Fue a la armería Hunter. Se separan por primera vez en días. Ella se quedó en la casa. Pensó en salir corriendo en un último intento por cambiar el destino que involuntariamente le había impuesto a su amado. El en ningún momento se cuestionó lo que estaba por hacer. El sol iluminaba directamente. Era el primer momento soleado en días. Recorrió las calles sintiendo cada sombra que atravesaba. Las había atravesado toda su vida. Esta sería la última vez.

Abrió la puerta de la tienda y sonó un bip que anunciaba su llegada. Un gordo de barba detrás del mostrador ojeaba una revista de armas.

“- Buenas, ¿vende Berettas?
- Claro
- ¿Tiene la 7.65?
- Claro…un segundo.” – se alejó unos metros y regresó con el frío del metal que sorprendió a Angel con un temprano destello de realidad. Apretó el gatillo. Se le hizo un fuerte nudo en la garganta. Casi no podía hablar.
“- Smith and Wesson…revólver…calibre 38...¿tiene?
- Dejame ver.

El gordo regresó pronto con la negra herramienta del destino. Giró el tambor, lo cerró y se lo entregó. En seguida fue a buscar balas para ambas armas.

- “¿Cuánto es? ¿Aceptan tarjeta?
- Claro.

De regreso a casa, se sorprendió de estar pensando, en un momento tan extremo de su vida, en el origen etimológico de la palabra gatillo y su relación con el animal felino . “Así es el bocho, que le vamos a hacer” pensó. Estacionó el auto en frente a la casa. Las bolsas eran pesadísimas. Al entrar, la vió sentada mirando por la ventana. El sol había sido cubierto para siempre. La neblina había regresado para quedarse con una garúa que pronto se perpetuaría eternamente. Ella le sonrió cerrando los ojos por un instante en que él se sintió muy solo. Recordó que ellos habían ideado una manera de no separarse nunca. Ella parecía estar peor.

“-Me cuesta respirar.” El la besó.

Se quitaron la ropa. Ella se sentó en la cama mientras él cargaba las armas y escribía una breve nota. La Beretta para ella y el .38 para él. El se sentó enfrente a tomar su aliento por útima vez. Sus genitales cálidos se tocaban. Se besaron pensando en el metálico peso que invadía su cama. Se abrazaron. Lloraron. Se miraron a los ojos. Tomaron las armas. Beretta para ella y .38 para él. Succionando sus bocas con todas sus fuerzas y abrazados con el brazo desarmado, en un último beso, la Beretta mató a Angel y el .38 a Claudia. Quedaron acostados unidos por un abrazo ya tieso.

La explosión se transformó en un zumbido eterno de espumas blancas que dio lugar al mundo de infinitas dimensiones.

La nota que dejaron decía:

Queridos amigos,

Hace cinco días a Claudia le diagnosticaron un avanzado estado de cáncer de seno. Ya se le mestastasió a varios órganos vitales y le pronosticaron un máximo de 10 días de vida. Yo sé que no podría vivir sin ella. Decidimos morir juntos apenas su enfermedad nos impidiera amarnos en este mundo. Estamos seguros de que entenderán. Los queremos mucho a todos. Por favor, entiérrennos en el mismo ataúd.
Nos vemos allá.

Angel y Claudia

Monday, January 30, 2006

Sosselle: les rêves du mort (epifanía del muerto)

El primer indicio que tuvo fue durante unas vacaciones en la playa. Estaba en un bar con un par de nabos merqueros y una mujer lo quedó mirando. Tendría unos 35 años. Pelo corto a la garçon y cara de guerrera en la cama. La miró fijo. Ella le retribuyó con una sonrisa muy sugestiva. Para asegurarse de que era efectivamente a él a quien llamaba, se dio vuelta. No vio a nadie detrás y se le acercó.
“- Hola” –le dijo.

Ella respondió con la misma sonrisa y lo quedó mirando expectante. Hubo un silencio. Poco a poco, esa cara más que amigable se fue transformando. Desapareció la sonrisa. Ahora, lo miraba seria.
“-¿Como te llamás? –preguntó él sonriente buscando volver a generarle esa sonrisa.

No le respondió. Lo miró más seria aún y se le fueron frunciendo las cejas entre enojada y desconcertada.
“- You don’t remember me? – dice ella. Acento escocés.
- No. Where did I meet you? – acento foreign student. Hubo un silencio. Se quedaron mirando.
- You’re joking right?” – dice ella.

La miró serio y le preguntó si no era ella quien estaba haciendo un chiste.
“-We were dancing all night last night” – le contestó sin confesarle cómo había terminado la noche y sin creerle que no se acordara. No parecía estar tan borracho la noche anterior. El le preguntó varias veces si ella estaba absolutamente segura. Respondió que sí cada vez sin poder ocultar su decepción. El intentó seguir la conversación cambiando pero la situación se volvió demasiado extraña.
“- This is awkward. Nice to meet you. Must have been someone else.” –dijo él.

La mujer estaba enojada. No contestó. No le creía y no había manera de que él le cambiara la idea.

Se alejó preocupado. Estaba seguro de que la noche anterior había dormido como un lirón. Había llegado a la playa despues de doce horas de manejar sin parar. Comió y cayó fulminado. Había dormido casi 14 horas. Incluso recordó distantes imágenes de lo que soñó esa noche: estaba en la playa, en el mismo hotel y, luego de salir, se equivocaba al entrar al hotel y se metía en otro lugar. La memoria era muy vaga. Recordaba subir una escalera de tablas de madera, darse cuenta de que ese no era el hotel y salir. Luego, recordaba llegar al hotel, entrar sin inconvenientes a su habitación y echarse.

Despues de un rato olvidó el extraño encuentro y siguió su noche. Al llegar al hotel, se dio cuenta de que tenía unas cascaras de sangre en su pierna. Se había raspado en tres partes distintas de la pierna izquierda. No era la primera vez que encontraba heridas leves en su cuerpo sin acordarse cómo se las había causado. Le restó importancia.

A lo largo de su estadía en la playa, se volvió a cruzar varias veces con la mujer. No volvieron a hablar. Parecía seguir enojada con él. Cada vez que la veía, le venía un sentimiento extraño en las tripas. Ella lo miraba sin perdonarlo. Durante ese viaje le sucedieron otras cosas un tanto extrañas. Se cruzó con un par de personas por la calle que le saludaron con una sonrisa leve como si lo conocieran. Un rasta mestizo, una chinita y un gordo con pinta de chanta. No entabló conversación con ninguno de ellos.

Al regresar a la ciudad, los indicio se volvieron más evidentes. Su vida se volió extremadamente extraña. Ya no conseguía restarle importancia a las cosas que le sucedían. Comía más de lo habitual. Durante un par de semanas, se levantó con dolores musculares, sobre todo en los pectorales y los brazos. Al cabo, de un tiempo se dio cuenta de que estaba ganando peso. Lo extraño era que se estaba volviendo musculoso y él hacía tiempo que no levantaba las pesas que se había comprado en una novelería de “año nuevo vida nueva”. Sus biceps, sus pechos y sus hombros estaban hinchados. Se veía bien pero era muy bizarro todo aquello.

Nunca había sido muy bueno para acordárse de sus sueños. Le quedaban memorias vaguísimas de sentimientos, caras, lugares, etc… Le costaba mucho asociarlos y recordar historias o eventos relacionados. Estaba bastante acostumbrado a eso pero al regresar de las vacaciones, sus sueños desaparecieron por completo. Cada noche se sumergía en un espacio negro que no le dejaba absolutamente nada. Luego de unos días, se empezó a preocupar. Le angustiaba pensar que su mente se podía alejar tanto de su conciencia durante las horas de sueño. Antes de dormirse pedía los dioses que le dejaran acordarse de algo. Por más vago que fuera, pero nada.

Se levantaba cada vez más cansado. Algunos días, agotado. Su ropa a veces olía muchísimo a tabaco. El era fumador, pero si no salía de noche, no se fumaba más de dos o tres cigarros en toda la noche. Las inexplicables pequeñas heridas se volvieron recurrentes.

Una mañana amaneció con helado y con el pene irritado, como si hubiera tenido una activísima noche de pasión. Tenía olor a perfume de mujer en todo el cuerpo. No se acordaba de absolutamente nada. Se vio ojeroso en el espejo y se metió en la ducha como todas las mañanas. Se cepillaba los dientes bajo el agua cuando lo invadió un sentimiento una angustia mezclada con pena y culpa. No tenía la menor idea de dónde provenía ese sentimiento. Se miró al espejo al secarse y salió al cuarto. Sus cosas estaban bastante ordenadas. Más que de constumbre. No tenía recuerdo de haber ordenado el depto en los días precedentes. Entro al living y vio que su botella de whisky había bajado sutancialmente. Empezó a hacer el café con leche de todas las mañanas. Prendió la radio como siempre y se sentó en su sillón favorito. Al sentarse lo sintió distinto. Hizo un sonido nuevo. Se paró y se dio cuenta de que había una mancha de sangre coagulada bastante grande. Tambien habían unas manchas en el piso. Le entró terror y luego desconcierto. Se quitó la toalla y se inspeccionó el cuerpo. No tenía ninguna herida grave. Se preocupó. ¿De quién podía ser esa sangre? Comenzó a inspeccionar su apartamento. Abrió roperos tratando de no pensar en lo que estaba buscando. Nada. Se percató de que faltaba la frasada de su cama faltaba. La buscó por todos lados y no la encontró. Se sentó a pensar mientras tomaba su café. Nada. Todo negro. Su memoria no podía entregarle absolutamente nada. Recordó las páginas que leyó antes de dormirse la noche anterior. Se acordó hasta de las vueltas que dio antes de quedar dormido. Nada más. Claramente, en el apartamento no había más evidencia que la mancha en el sillón y la ausencia de la frasada.

Se vistió rápido y bajó al auto. Abrió el baúl. Mucha sangre. Sus ojos se abrieron por si solos. Tanta sangre le trajo recuerdos de su infancia cuando viajaba al campo y veía cómo carneaban ovejas. Creyó que su corazón empezaba a latir muy rápido. Cerró el baúl y se sentó en el asiento del conductor sin salir de su espánto con la mirada fija en un punto incomprensible. ¿Había matado a alguien? No podía salir en el auto. Tal vez alguien lo había visto deshacerse del cuerpo. Si así era, seguro se lo había descrito a la policía al hacer la denuncia. Quedó helado.

Le entró un sueño muy profundo. Era un agotamiento existencial. La incoherencia de todo lo que estaba sucediendo y su impotencia lo derrotaron. Casi dormido empezó a oir una voz ronca que repetía: “soblunamo nambu oblos omunalbos”. Las palabras empezaron a hacer ecos en su cabeza. Luego de unos minutos decía: “sonámbulo, sonámbulo, sonámbulo, sonámbulo”.

Cuando el sonido se volvió inintelegible, comenzó a comprender las cosas con una claridad epifánica sin precedentes. Nunca en su vida había sabido las cosas con tanta certeza. Recordó todo. Supo que había sido sonámbulo y que, en una de esas inalcanzables noches, mató a alguien y se pegó un tiro.

Estás muerto, Soselle. Sos él.

Friday, January 06, 2006

Stigmata Estrázulas: 24 de diciembre del 2006

Estigma, del latin stigma: marca o señal en el cuerpo. En su sentido religioso se refiere al fenómeno de llevar las llagas de la crucifixión de Cristo físicamente. Estas llagas se manifiestan en las manos, pies, el costado y la cabeza de ciertos santos como signo de su participación en la pasión de Cristo”.
A las 1130, la noche del 24 de diciembre, tuve un estigma en Montañita, Ecuador. Iba caminando por el centro con unos amigos y veo venir en sentido contrario a seis gringas con sombreritos de papa noel. Las seis con el sombrerito! Divinas! Seis rubiecitas angelicales. Al pasar, les grité “Ho ho ho….feliz navidad!”. Entonces las seis pararon y me quedaron mirando sonriendo. “Dijiste feliz navidad?” me dice una de ellas con acento alemán-austríaco-suizo. “Toma” y me regala una botella de champán ecuatoriano. Era una sidra medio extraña, vino espumante o algo así. Las invité a que tomaran el vino con nosotros pero siguieron su rumbo. Nosotros seguimos el nuestro hacia un fogón que había en la playa. Decidí abrir la botella para tomarla en el camino. Me costó mucho abrirla. Hice bastante fuerza pero no conseguía. Luego de varios intentos y un dolor intenso la abrí, brindamos y la empezamos a tomar. El sabor era mas o menos. Más menos que más, pero bue…me la habían regalado estas gatas por simplemente ser payaso y decir “Ho ho ho…Feliz navidad”. Al llegar al fogón nos sentamos a tomar una cerveza y me di cuenta de que las dos palmas de mi mano estaban bastante ensangrentadas. El pico de la botella estaba roto! Caían gotitas de sangre en la arena. Me examiné y tenia cortes dos cortes cortitos pero profundos en cada palma. No me dolia demasiado. Consegui un papel higiénico, me chupé la sangre, me puse tequila y limón y segui la fiesta pero me colgué mucho esa noche con el asunto del estigma. ¿Sería una señal que deba interpretar de alguna forma? ¿Tendré que empezar a ir a misa? jejeje

Empecé la navidad con mis palmas sangrando a 2005 años de la noche del nacimiento de Jesús. ¿Coincidencia? OK. Pero qué coincidencia. Poco despues aparecieron las gringas con sus sombreritos. Les conté las historia del estigma...

Wednesday, December 14, 2005

Sombra en cara y fondo rojo