Monday, January 30, 2006

Sosselle: les rêves du mort (epifanía del muerto)

El primer indicio que tuvo fue durante unas vacaciones en la playa. Estaba en un bar con un par de nabos merqueros y una mujer lo quedó mirando. Tendría unos 35 años. Pelo corto a la garçon y cara de guerrera en la cama. La miró fijo. Ella le retribuyó con una sonrisa muy sugestiva. Para asegurarse de que era efectivamente a él a quien llamaba, se dio vuelta. No vio a nadie detrás y se le acercó.
“- Hola” –le dijo.

Ella respondió con la misma sonrisa y lo quedó mirando expectante. Hubo un silencio. Poco a poco, esa cara más que amigable se fue transformando. Desapareció la sonrisa. Ahora, lo miraba seria.
“-¿Como te llamás? –preguntó él sonriente buscando volver a generarle esa sonrisa.

No le respondió. Lo miró más seria aún y se le fueron frunciendo las cejas entre enojada y desconcertada.
“- You don’t remember me? – dice ella. Acento escocés.
- No. Where did I meet you? – acento foreign student. Hubo un silencio. Se quedaron mirando.
- You’re joking right?” – dice ella.

La miró serio y le preguntó si no era ella quien estaba haciendo un chiste.
“-We were dancing all night last night” – le contestó sin confesarle cómo había terminado la noche y sin creerle que no se acordara. No parecía estar tan borracho la noche anterior. El le preguntó varias veces si ella estaba absolutamente segura. Respondió que sí cada vez sin poder ocultar su decepción. El intentó seguir la conversación cambiando pero la situación se volvió demasiado extraña.
“- This is awkward. Nice to meet you. Must have been someone else.” –dijo él.

La mujer estaba enojada. No contestó. No le creía y no había manera de que él le cambiara la idea.

Se alejó preocupado. Estaba seguro de que la noche anterior había dormido como un lirón. Había llegado a la playa despues de doce horas de manejar sin parar. Comió y cayó fulminado. Había dormido casi 14 horas. Incluso recordó distantes imágenes de lo que soñó esa noche: estaba en la playa, en el mismo hotel y, luego de salir, se equivocaba al entrar al hotel y se metía en otro lugar. La memoria era muy vaga. Recordaba subir una escalera de tablas de madera, darse cuenta de que ese no era el hotel y salir. Luego, recordaba llegar al hotel, entrar sin inconvenientes a su habitación y echarse.

Despues de un rato olvidó el extraño encuentro y siguió su noche. Al llegar al hotel, se dio cuenta de que tenía unas cascaras de sangre en su pierna. Se había raspado en tres partes distintas de la pierna izquierda. No era la primera vez que encontraba heridas leves en su cuerpo sin acordarse cómo se las había causado. Le restó importancia.

A lo largo de su estadía en la playa, se volvió a cruzar varias veces con la mujer. No volvieron a hablar. Parecía seguir enojada con él. Cada vez que la veía, le venía un sentimiento extraño en las tripas. Ella lo miraba sin perdonarlo. Durante ese viaje le sucedieron otras cosas un tanto extrañas. Se cruzó con un par de personas por la calle que le saludaron con una sonrisa leve como si lo conocieran. Un rasta mestizo, una chinita y un gordo con pinta de chanta. No entabló conversación con ninguno de ellos.

Al regresar a la ciudad, los indicio se volvieron más evidentes. Su vida se volió extremadamente extraña. Ya no conseguía restarle importancia a las cosas que le sucedían. Comía más de lo habitual. Durante un par de semanas, se levantó con dolores musculares, sobre todo en los pectorales y los brazos. Al cabo, de un tiempo se dio cuenta de que estaba ganando peso. Lo extraño era que se estaba volviendo musculoso y él hacía tiempo que no levantaba las pesas que se había comprado en una novelería de “año nuevo vida nueva”. Sus biceps, sus pechos y sus hombros estaban hinchados. Se veía bien pero era muy bizarro todo aquello.

Nunca había sido muy bueno para acordárse de sus sueños. Le quedaban memorias vaguísimas de sentimientos, caras, lugares, etc… Le costaba mucho asociarlos y recordar historias o eventos relacionados. Estaba bastante acostumbrado a eso pero al regresar de las vacaciones, sus sueños desaparecieron por completo. Cada noche se sumergía en un espacio negro que no le dejaba absolutamente nada. Luego de unos días, se empezó a preocupar. Le angustiaba pensar que su mente se podía alejar tanto de su conciencia durante las horas de sueño. Antes de dormirse pedía los dioses que le dejaran acordarse de algo. Por más vago que fuera, pero nada.

Se levantaba cada vez más cansado. Algunos días, agotado. Su ropa a veces olía muchísimo a tabaco. El era fumador, pero si no salía de noche, no se fumaba más de dos o tres cigarros en toda la noche. Las inexplicables pequeñas heridas se volvieron recurrentes.

Una mañana amaneció con helado y con el pene irritado, como si hubiera tenido una activísima noche de pasión. Tenía olor a perfume de mujer en todo el cuerpo. No se acordaba de absolutamente nada. Se vio ojeroso en el espejo y se metió en la ducha como todas las mañanas. Se cepillaba los dientes bajo el agua cuando lo invadió un sentimiento una angustia mezclada con pena y culpa. No tenía la menor idea de dónde provenía ese sentimiento. Se miró al espejo al secarse y salió al cuarto. Sus cosas estaban bastante ordenadas. Más que de constumbre. No tenía recuerdo de haber ordenado el depto en los días precedentes. Entro al living y vio que su botella de whisky había bajado sutancialmente. Empezó a hacer el café con leche de todas las mañanas. Prendió la radio como siempre y se sentó en su sillón favorito. Al sentarse lo sintió distinto. Hizo un sonido nuevo. Se paró y se dio cuenta de que había una mancha de sangre coagulada bastante grande. Tambien habían unas manchas en el piso. Le entró terror y luego desconcierto. Se quitó la toalla y se inspeccionó el cuerpo. No tenía ninguna herida grave. Se preocupó. ¿De quién podía ser esa sangre? Comenzó a inspeccionar su apartamento. Abrió roperos tratando de no pensar en lo que estaba buscando. Nada. Se percató de que faltaba la frasada de su cama faltaba. La buscó por todos lados y no la encontró. Se sentó a pensar mientras tomaba su café. Nada. Todo negro. Su memoria no podía entregarle absolutamente nada. Recordó las páginas que leyó antes de dormirse la noche anterior. Se acordó hasta de las vueltas que dio antes de quedar dormido. Nada más. Claramente, en el apartamento no había más evidencia que la mancha en el sillón y la ausencia de la frasada.

Se vistió rápido y bajó al auto. Abrió el baúl. Mucha sangre. Sus ojos se abrieron por si solos. Tanta sangre le trajo recuerdos de su infancia cuando viajaba al campo y veía cómo carneaban ovejas. Creyó que su corazón empezaba a latir muy rápido. Cerró el baúl y se sentó en el asiento del conductor sin salir de su espánto con la mirada fija en un punto incomprensible. ¿Había matado a alguien? No podía salir en el auto. Tal vez alguien lo había visto deshacerse del cuerpo. Si así era, seguro se lo había descrito a la policía al hacer la denuncia. Quedó helado.

Le entró un sueño muy profundo. Era un agotamiento existencial. La incoherencia de todo lo que estaba sucediendo y su impotencia lo derrotaron. Casi dormido empezó a oir una voz ronca que repetía: “soblunamo nambu oblos omunalbos”. Las palabras empezaron a hacer ecos en su cabeza. Luego de unos minutos decía: “sonámbulo, sonámbulo, sonámbulo, sonámbulo”.

Cuando el sonido se volvió inintelegible, comenzó a comprender las cosas con una claridad epifánica sin precedentes. Nunca en su vida había sabido las cosas con tanta certeza. Recordó todo. Supo que había sido sonámbulo y que, en una de esas inalcanzables noches, mató a alguien y se pegó un tiro.

Estás muerto, Soselle. Sos él.

Friday, January 06, 2006

Stigmata Estrázulas: 24 de diciembre del 2006

Estigma, del latin stigma: marca o señal en el cuerpo. En su sentido religioso se refiere al fenómeno de llevar las llagas de la crucifixión de Cristo físicamente. Estas llagas se manifiestan en las manos, pies, el costado y la cabeza de ciertos santos como signo de su participación en la pasión de Cristo”.
A las 1130, la noche del 24 de diciembre, tuve un estigma en Montañita, Ecuador. Iba caminando por el centro con unos amigos y veo venir en sentido contrario a seis gringas con sombreritos de papa noel. Las seis con el sombrerito! Divinas! Seis rubiecitas angelicales. Al pasar, les grité “Ho ho ho….feliz navidad!”. Entonces las seis pararon y me quedaron mirando sonriendo. “Dijiste feliz navidad?” me dice una de ellas con acento alemán-austríaco-suizo. “Toma” y me regala una botella de champán ecuatoriano. Era una sidra medio extraña, vino espumante o algo así. Las invité a que tomaran el vino con nosotros pero siguieron su rumbo. Nosotros seguimos el nuestro hacia un fogón que había en la playa. Decidí abrir la botella para tomarla en el camino. Me costó mucho abrirla. Hice bastante fuerza pero no conseguía. Luego de varios intentos y un dolor intenso la abrí, brindamos y la empezamos a tomar. El sabor era mas o menos. Más menos que más, pero bue…me la habían regalado estas gatas por simplemente ser payaso y decir “Ho ho ho…Feliz navidad”. Al llegar al fogón nos sentamos a tomar una cerveza y me di cuenta de que las dos palmas de mi mano estaban bastante ensangrentadas. El pico de la botella estaba roto! Caían gotitas de sangre en la arena. Me examiné y tenia cortes dos cortes cortitos pero profundos en cada palma. No me dolia demasiado. Consegui un papel higiénico, me chupé la sangre, me puse tequila y limón y segui la fiesta pero me colgué mucho esa noche con el asunto del estigma. ¿Sería una señal que deba interpretar de alguna forma? ¿Tendré que empezar a ir a misa? jejeje

Empecé la navidad con mis palmas sangrando a 2005 años de la noche del nacimiento de Jesús. ¿Coincidencia? OK. Pero qué coincidencia. Poco despues aparecieron las gringas con sus sombreritos. Les conté las historia del estigma...