Tuesday, November 22, 2005

Wilhelm Ingle-Fassen (1890)


Esta es una pequeña parodia sobre el método científico y la mentalidad de los científicos del siglo XIX. Busco describir la pasión que estas personas sentían por el método, la lógica y el pensamiento Socrático. Busco también contraponer la rigidez del método con la blandura del tema estudiado.

Para quienes tienden al burdo análisis literario de que lo que escribo como ficción refleja mis opiniones, sentimientos o estados de ánimo, quiero, una vez más, desmentir tal interpretación y decir que esto es tan solo un producto de mi imaginación y que espero no ser juzgado por el contenido. Yo soy un hombre del siglo XXI con ideas sumamente post estrucutralistas que jamás se permitiría una interpretación tan reducida y totalitaria de un sentimiento humano. El proceso de creación de esto fue como el de la actuación. Entré en la persona que relata de la misma forma que lo hice en “José Suicidio en el Sur”. No soy yo.

Uno de los temas que trata esta historia es la realidad a la que se enfrentó F. Nietzsche: la rigidez de sus contemporáneos. Su contexto tildó de patológica o enferma a una de las mentes más evolucionadas de la humanidad. Nietzsche siempre rechazó el concepto de la Verdad y sobretodo rechazó la Verdad acordada y compartida por el medio intelectual y científico. Terminó en un manicomio.

El propósito de esta historia es plasmar de forma sarcástica el nivel de convicción y la certeza que puede generar el método científico en algunos seres humanos para, de tal forma, poder debilitarlo y presentarlo como una fé más, blanda y ciega.

Por el Dr. Wilhelm Ingle-Fassen
Salzburg, Austria. Enero de 1890.

Los Celos

¿A qué se deben?

Luego de profundas discusiones sobre prácticas empíricas realizadas en el marco de este IV seminario de la Verdad, los científicos presentes, a través de un proceso absolutamente objetivo y científico, identificaron los dos determinantes de los celos del ser humano. Nuestra total fé en el método científico como única herramienta que palpa la Verdad, y que por su naturaleza innata, puede llegar a respuestas más certeras con el correr del tiempo y la evolución del pensamiento, hoy, 30 de enero de 1890, nos sentimos absolutamente convencidos de nuestros hallazgos sobre el fenómeno de los celos. Creemos estar escribiendo en el eterno mármol de la Verdad. Nuestra convicción es total.

El equipo de doce científicos llegó, a través la discusión y la construcción del consenso, a la conclusión de que el desesperado sentimiento es causado por dos determinantes:

1 – La importancia que tiene la persona que genera celos para uno
2 – Las posibilidades de alternativas superiores a uno que tiene la persona querida según nuestra perspectiva.

Se hace difícil identificar variables que nos permitan evaluar cual de los dos determinantes tiene mayor incidencia. Resulta convincente el argumento del doctor Matthaus que sugiere que la influencia que ejercen cada uno de los determinantes fluctúa a lo largo del período estudiado -la relación de pareja- dependiendo de la circunstancia específica que provoca una crisis de celos determinada. Por su parte, el Dr. Von Hausen sostiene que, la opción 2, “posibilidades de alternativas superiores” al individuo, repercute más en el sistema humano lo cual puede ser observado claramente en los estudios de actividad neuronal, cardíaca y respiratoria. Mientras que, por su parte, el doctor La Corseillere, desde su romanticismo francófilo, un punto de vista por de más rechazado/descreditado en tiempos actuales, sostiene que la importancia que tiene la persona es el determinante de mayor incidencia.

El grupo de científicos llegó a la conclusión de que este punto de vista antropocéntrico no toma en cuenta la incidencia que tiene la evolución de la especie. Es decir, no le otorga la suficiente importancia a la influencia que ejercen los mecanismos psicológicos naturales venerados por Rousseau y a los cuales la luz de la ciencia objetivamente identificó como determinantes primordiales del comportamiento humano durante el tercer seminario de la Verdad, celebrado en el mes de Octubre del 1889. Es por sí solo irrevocable, el hecho de que el temor a la posibilidad de alternativas superiores es un mecanismo psicológico que resultó sumamente favorable y ventajoso en el contexto natural del hombre –el bosque-. Solo quienes temían y actuaban en base al temor de la existencia de alternativas superiores que acapararan más atención y generaran mayor deseo por parte del sexo opuesto, actuaban con la cautela y el sentido de superación que les permitió ser progenitores óptimos cuyas crías pudieron, a su vez, propagar sus genes y así sucesivamente hasta llegar al presente. La ciencia determina que este mecanismo y otros mecanismos psicológicos naturales son los determinantes que ejercen mayor influencia sobre nuestro comportamiento ya que la forma fisiológica del cerebro humano ha evolucionado solo hasta el contexto natural – el bosque- y, por lo tanto, no responde al contexto en el que vive en la sociedad moderna. La transformación del contexto que rodea al fenómeno humano ha cambiado drásticamente en comparación a las transformaciones fisiológico-adaptivas de nuestro órgano pensante. Por ende, se concluye que para entender las reacciones del cerebro humano en el contexto presente hay que entender cuáles fueron los mecanismos psicológicos que permitieron la supervivencia de la especie en su contexto natural.

Se acordó con total convicción por parte del grupo que una simple construcción social (la valoración del individuo específico que genera los celos) no genera respuestas biológicas de magnitudes comparables a las generadas por mecanismos naturales, innatos al hombre. Por lo tanto, se rechaza firmemente toda postura científica que priorice construcciones sociales sobre la rigidez científica de la naturaleza humana.

Se retiró la invitación al seminario de la Verdad al afeminado Doctor La Corseillere.

Una vez más, la ciencia ha seguido su certero rumbo separándose así de toda visión romántica del mundo.

¡¡¡Las visiones antropocentristas serán incandiladas por la inamovible luz de la objetividad científica!!!

¡Que viva Newton!
¡Que viva Darwin!
¡Que viva Copérnico!
¡Que viva Galileo!

Dr. Ingle-Fassen
Nota

El doctor Ingle-Fassen murió asesinado. Los investigadores acusaron al Dr. La Corseillere quien, negó rotundamente tales acusaciones pero fue condenado y pasó el resto de sus días en prisión cuestionándose su propia postura respecto del fenómeno humano. Perdió la cordura luego de cinco años de reclusión y fue trasladado a un manicomio en la ciudad de Viena. Murió catorce años después de un derrame cerebral.

Sunday, November 06, 2005

La música: ¿determinismo natural o construcción social?

Este es un tema que ha surgido y vuelto a surgir en charlas con varios de ustedes. Me temo que en algunos casos, lo que planteé▲ no quedó claro. Debido a ello, utilizaré este medio para explicar mi argumento. Quienes tengan opiniones o comentarios al respecto, por favor mandarme un mail a estrazulas.francisco@gmail.com.
Como algunos sabrán, un sonido o una nota corresponde a una determinada frecuencia de sonido. Por ejemplo, un LA corresponde a 770 MHz. Esto quiere decir que el sonido es un continuo (un espectro) que se extiende desde frecuencias muy bajas que se escuchan como sonidos intermitentes hasta frecuencias tan altas que el oído humano no puede percibirlas. Dentro de ese espectro sen encuentra el espectro que el ser humano puede oír. En algún momento de la historia, la cultura occidental, decidió dividir el espectro audible en pequeños fragmentos de frecuencia que constituyen los denominados “semitonos”. Es decir, la diferencia de frecuencia que existe entre una nota y su sostenido o bemol. ¿Qué quiero decir con esto? De una nota en el piano a la inmediatamente siguiente hay una diferencia en frecuencia, y en la música occidental, jamás escucharemos “cuartos de tono” u “octavos de tono” al menos que el cantante o un instrumento esté desafinado. Es decir, si por ejemplo un LA son 770 MHz y un LA sostenido (la siguiente nota) son 790 MHz, en la música occidental jamás escucharemos el sonido que corresponde a la frecuencia 780Mhz. En el caso de la música oriental (la música Gamelán de Indonesia o la música árabe) suelen incluirse cuartos de tono, octavos de tono y sonidos que para los estándares occidentales son considerados desafinados.
En todo caso, algunos sabrán que las canciones, tal como son concebidas en occidente, están estructuradas en acordes. Estos acordes corresponden a combinaciones de 3, 4 y hasta cinco notas encuadradas dentro de una escala (por ejemplo, sol menor, la sostenido mayor, re mayor, etc…) y que por alguna razón le hacen sentido al cerebro humano. Hacen un contrapunto que suena agradable para nuestro cerebro. No todas las combinaciones de 3, 4 y 5 tocadas simultáneamente notas le hacen sentido al cerebro humano. La mayoría nos parecerían abstractas y evocarían un sentimiento desconcertante. A pesar de ello existen combinaciones que evocan sentimientos comprensibles. Por ejemplo, si, dentro de una determinada escala mayor compuesta por ocho notas toco la primer, la tercera y la quinta nota, verán que el sonido que se emite hará sentido y evocará un sentimiento de confort y alegría. Si, por el contrario, bajo la tercer nota un semitono, el sonido evocará un sentimiento de tristeza y melancolía. Esto quiere decir que existen ciertos padrones, ciertas combinaciones de frecuencia que hacen sentido en el cerebro humano y evocan distinta clase de sentimientos.
Mi pregunta es, ¿estas combinaciones que evocan sentimientos existen en la naturaleza y por eso fueron registradas y utilizadas a lo largo de la historia o son construcciones sociales a las cuales nuestro oído está acostumbrado y por ello existen?
Yo sostengo que no son construcciones. Sostengo que estos padrones existen en la naturaleza, por eso un perro o un mono se tranquilizan con música clásica muy harmoniosa y se ponen nerviosos con música abstracta y disonante como pueden ser algunas de Phillip Glass o George Crum. Creo que es algo que da para pensar ya que si existen es o padrones de frecuencia que evocan sentimientos agradables en la conciencia puede querer decir que otros tipos de belleza pueden existir “out there” y no ser necesariamente construcciones sociales fruto de nuestra experiencia social.